Por: Wilson Blanco
Nadie se
atrevería a enseñar a leer a otro sin partir del comprender mismo. Puesto que
el aprender a leer es ya un ejercicio de comprensión. ¿Y quién lee sin antes
comprender la lectura? Es el texto quien posibilita y se abre a la fecundación
de la lectura. Es él tierra y semilla. En este sentido la clave para dilucidar
la pregunta ¿qué es comprender (leer)? la tiene Heidegger en el texto “Caminos de conversación” (1937). Con
la ayuda de Ángel María Sopó se irá por
este camino.
En el texto citado, Heidegger plantea tres cuestiones básicas de hermenéutica:
plantea el sentido de la comprensión, el diálogo y el acuerdo. Las clases de
comprensión, de diálogo y de acuerdo. Las condiciones fundamentales de la
comprensión, del diálogo y del acuerdo.
De esta
manera Heidegger trasluce los matices de la comprensión: las clases de
comprensión, su ausencia, sus condiciones y efectos.
Surge en este instante la pregunta objeto de estudio: ¿qué significa leer? Hay
varias alternativas para contestar esta pregunta. Algunas de ellas: Leer es,
por ejemplo, encontrar el sentido del texto, o sea, leer es comprender un
texto. Esta es una de las respuestas de la hermenéutica.
Se puede también discurrir que leer es poner lo mío en lo otro -en el texto- de
tal modo que la lectura se convierta en un proceso de ver en el otro lo propio.
Esta concepción tiene la dificultad de explicar cómo se produce esa
reproducción de lo propio; por ejemplo, en una tradición o en una norma
jurídica.
Se puede afirmar que leer consiste en recaer en las presencias y ausencias
sentidas en un texto, de lo dicho o no en él o en el recuento de los aciertos y
desaciertos, en descubrir lo no descubierto. O que leer es ver lo que no ha
sido visto tratándose de pensar lo que no ha sido pensado, y en este sentido,
leer sería recaer en lo no dicho, en sus silencios, hasta preguntar: “¿Cómo es
posible esta identidad del no ver en el ver?” Althusser (1969).
Pero el propósito aquí no es discutir estas concepciones de la lectura, más
bien, decir que lo que vemos en ellas es la decisión de preguntar: ¿qué
significa leer? Y este es también el objetivo previsto, preguntar de nuevo lo
que quiere decir leer.
Lesen (leer) significa poner una cosa al lado de otra, juntándolas: en
definitiva: reunir, pero al mismo tiempo, destacar una cosa de la otra.
¿Qué es leer? Tal es también la pregunta que detiene al pensador. Un decir
dejando subyacer lo que está puesto como tal. Lo que se puede vislumbrar aquí
son los momentos centrales de un texto. Pues por un lado, leer es reunir. En
otras palabras, dejar subyacer lo que está reunido: poner ante sí una
determinación al lado de la otra, ir recorriendo, juntando en cierto orden las
distintas determinaciones del objeto tal como sub-yacen.
“Sin este reunir, es decir, sin esta recolección en el sentido de la
recolección de espigas o racimos de uvas, nunca seriamos capaces, ni mediante
la más exacta observación de signos de escritura, de leer una sola palabra”
(1937).
Pero lo importante aquí es el mantener en consideración lo que subyace. Por
otro lado, leer es reunir, presentar a consideración lo que se vuelve a recoger
y guardar como algo recogido. Es decir, lo que el decir pone de nuevo a
consideración al exponer algo como algo.
Pero, en definitiva, ¿qué significa leer?
Leer, es en efecto, reunir letra por letra, palabra por palabra; reunir lo que
allí en el texto se encuentra expuesto ante nosotros, como es también volver a
reunir de nuevo, recogiendo lo comprendido, recreándolo con nuevas formas de
expresión. De tal modo que el hablar bien, el decir algo bien de algo
signifique un decir lo coincidente, es decir, andarse con la verdad y es que
andarse con la verdad exige un decir adecuado y correspondiente con la verdad
que quiere exponer.
Si nos fijamos concretamente en lo subrayado, leer exige, ante todo, una
correspondencia de planos hermenéuticos. En tal sentido no basta decir, sino
saber decir. El sujeto dice de algo, pero el objeto también dice de sí algo.
¿Dónde está, entonces, la verdad? El leer supone así un decir de alguien. Un
adivinar. Pero tal adivinación no es ciega, fortuita. Parte de la naturaleza
misma del texto, de la realidad leída. De esta manera, leer significa acordar.
Significa, sobre todo, realizar intersecciones de planos hermenéuticos. Esos
puntos comunes entre el sujeto y el objeto (llámese texto o realidad), se llama
leer. Se llama comprender. En últimas, es la verdad que estábamos buscando. De
tal suerte que leer implica un desenterrar de sentidos ocultos al lector, cuyas
características afloran en el momento en que el sujeto alerta sus sentidos y
apunta su mirada a lo común que hay en las cosas. No es nada distinto el leer:
mirar lo común que hay debajo de nuestro horizonte, de nuestra mirada
cotidiana. “No te admires porque el sol no ha salido hoy, admírate porque sale
todos los días”. (Levi Straus).
Escribo esto acerca del leer porque leer implica proponer. Y al momento de
proponer valoramos. Estas valoraciones obedecen a un horizonte de sentido
particular sin que se puedan constituir en verdades absolutas, aunque el sujeto
que las hace quiera imponerlas. Es en este punto donde aparece la crisis de
sentido, afloran, entonces, las contradicciones que luego desembocan en choques
interpretativos irreconciliables. Esto ocasiona un frenazo que puede llegar a
estatizar todo un sistema, toda una realidad, todo un proyecto.
De esto
último que digo hay algo parecido a lo que nos pasa en el INEM. Queremos al
INEM. Yo quiero al INEM, tú quieres al INEM… Pero quien lee lo que le pasa al
INEM. Lo que le pasa al INEM, ¿no es lo mismo que nos pasa a nosotros? ¿Qué es
el INEM? O mejor preguntamos: ¿Quién es el INEM? He ahí un cambio de
perspectiva en las lecturas que tenemos del INEM. ¿Qué es querer al INEM?
¿Mantenerlo en el frenazo? ¿Estatizarlo perse? ¿O dejarlo aflorar con todas sus
contradicciones?
Me ocupo de vez en cuando del leer porque tengo la misma preocupación de
Heidegger en su texto “Caminos de Conversación”: ¿Para qué leer? Nos invita
Heidegger a retomar todos los caminos posibles para el comprender, porque
comprender no es fácil, sobre todo, cuando se lee colectivamente. Esta
invitación del filósofo alemán se hace extensiva para el INEM. “Los invito para
que conversen desde la academia. Los invito que construyan academia. Los invito
que se sienten, hablen y discutan desde la academia. Los invito a explorar
caminos diferentes a los que ahora transitan. Los invito a reconstruir sentidos
desde la discusión pedagógica, filosófica, política…”. Ojalá que este llamado
de Heidegger en “Caminos de Conversación” sea como un pellizco de abuela
ortodoxa.
Referente Bibliográfico.
Heidegger,
Martín. Caminos de Conversación.
Sopó, Ángel
María, La Comprensión.
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