Por: Camilo Blanco Beltrán
Confió la señora
en su pleno conocimiento y talento humano. Y entonces así comenzó su carrera. Lo que aquella
vez vio tan lejano, ya estaba a punto de ejercer ese sueño querido, en su afán
de triunfo y éxito para no dejarse consumir del desarrollo citadino, con esa
idea en mente se concentro en promover y participar en este oficio particular
sin mirar restricción o retribución alguna.
Llego la clase y
como modelo presento no siendo más, a uno de sus dos pequeños hijos sin saber
que pasaría ese día en el centro de la ciudad abaluartada, el niño, acosado de
tantos tirones, jalones y cabe destacar también esas miradas fijadas no en el
sino en su cabello que decían, que lindo bien bonito pero es difícil de manejarlo
sobre todo ese tipo de cabello, el niño en silencio escuchaba nervioso y
aguardaba con preocupación el momento que acabara la función del tramoya, para
ella era un día difícil, su primer corte y era todo un desafío con un poco de
cosquilleo le dio el primer tijeretazo una vuelta en la cabeza y en menos de 1
min había terminado, ya el festín ese día había consumado lo que para mucha
gente fue otro día sano.
Ese día el niño
quedo marcado y lo llamaban el cabeza de totuma.
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