Mister White Dart

Por: Roberto Vallejo Jiménez



Siempre poderoso. En silencio. Sereno. Despierto. Presencia vital entre las reverencias del follaje que rodea el parqueadero. Siempre buscando por dentro, ocupando su interior. Con la atención a su alrededor. Testigo durante más de treinta años. Invisible.


En todo ese tiempo pasé a su lado, mañana, tarde y noche. No se si sentía que yo lo reconocía y observaba con el corazón desbordado. Permanecía en compañía de una pulcra soledad y reveladores celajes. Si por el fuera, nunca saldría del parqueadero. 
Rodolfo lo obliga a tener una vida que no quiere: llevarlo y traerlo. Lo sobresalta, lo saca de sus largas y rigurosas guardias. Una prueba dura. Quiere estar allí, atento e inmóvil, pero viendo. No tiene otro destino. Estoy preocupado, hoy le vi la espalda torcida.

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