CUENTOS EN REMOJO





EL FRASCO DE ALQUITRÁN

El Profesor tiró al mar el frasco de ácido, convencido que era  de alquitrán. Esa misma noche los aldeanos vieron que el mar se fue tornando brillante y de varios colores. Todos corrieron a preguntarle sobre el extraño fenómeno; pero el Profesor se limitó a decirles que era necesario tomar muestras de agua para llevarlas al laboratorio.

Después de un exhaustivo análisis de las muestras recogidas, el Profesor llegó a la nefasta conclusión de que era muy posible que se pudiera estar gestando un monstruo marino a causa del contacto del ácido con el agua salada. A los pocos días empezaron a desaparecer aldeanos. Las sospechas del Profesor fueron creciendo. Las noticias de más desaparecidos iba en aumento, y los isleños reportaban al Profesor  hallazgos de cadáveres encontrados en las playas aledañas. 

Una mañana las calles de la aldea amanecieron llenas de muertos. Horas después vieron emerger de las profundidades una criatura gigantesca. Los aldeanos, confundidos bajaron con sus equipos de buceo a investigar. Descubrieron una cueva llena de huesos y huevecillos. Uno de los aldeanos dijo: “son las personas desaparecidas”. “Alguien las trajo hasta aquí para comérselas”. Al momento escucharon a sus espaldas un fuerte rugido. Era el monstruo. Los aldeanos, apresurados salieron en sus lanchas. Al arribar a la isla, la emprendieron contra el Profesor. Este, muy calmado, les contó la verdad y les reveló el secreto para deshacerse de la extraña criatura. Pero lo que no sabían los aldeanos y el Profesor, era que el frasco de ácido seguía en el fondo del mar produciendo huevos de monstruos al contacto con el agua salada.

Camilo Blanco Beltrán, Textos en remojo, Cartagena, Edit. El Sudor de la Lengua, 2004.


CAMINO AL AULA





VALE MAS UNA CABEZA BIEN HECHA QUE UNA CABEZA BIEN LLENA




 
 
“Vale más una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena”, esta fue la tesis con que la UNESCO hace algunos años en un documento llamado “La Educación Encierra un Tesoro”, planteó la finalidad de la Educación para el siglo XXI. En el marco de la didáctica de la filosofía escolar cabe justamente la crítica de este principio, si reconocemos que tradicionalmente en Colombia ha prevalecido la enseñanza bancaria en este área.

Al observar  la escultura de “El Pensador” de Rodin se cree que el acto de pensar requiere de unas acciones especiales. Sin embargo, no es así. Para filosofar, por ejemplo, sólo basta estar vivo. Umberto Eco manifiesta que  “un pensador piensa, pero no en los momentos dedicados al pensamiento. Piensa mientras coge una pera del árbol, mientras cruza la calle, mientras espera que el funcionario de turno le entregue un impuesto. Descartes pensaba mirando una estufa “. En este mismo sentido, Husserl pide a los que comienzan  a filosofar que se olviden de todo lo que saben y que simplemente,  abran los ojos al mundo que sucede a su alrededor. Estos dos autores plantean el mismo horizonte de la UNESCO: la finalidad del aprendizaje no está en  los contenidos, está en las estrategias con las cuales la escuela debe equipar la mente de los  estudiantes para que accedan a la información. 

La filosofía, por ejemplo, surge del asombro inicial, del deslumbramiento interior que experimenta todo aquel que es capaz de ver el mundo que lo rodea, en donde las cosas adquieren un sentido más profundo que el que se les otorga en la vida corriente. Así, entonces, la actitud filosófica permite plantear preguntas, tales como:   ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué sentido tiene amar a los otros? ¿Por qué algunos hombres entregan su vida por otros? ¿Qué hace más humano al hombre?  Dar respuesta a interrogantes como estos, constituye la ocupación principal del filósofo. Esta debe ser la misma ocupación de los jóvenes que asisten diariamente a nuestras aulas; sin embargo no es así. Todo porque los contenidos siguen siendo el centro en las aulas, y no las preguntas e incertidumbres que a ellos  preocupan como seres insertos en un mundo que los condiciona y determina.

 El legado con  el cual cuenta la filosofía hoy ha sido el producto de una actitud especial humana.  Por ello, hacer filosofía es un acto consciente que exige descubrir el sentido de lo que se hace, darse cuenta del porqué el hombre realiza cosas y la forma cómo las realiza; gracias a esta reflexión se construye la personalidad y la identidad humanas, como actitud contraria a cualquier intento de absolutismo; pero inexplicablemente en Colombia llevamos años repitiendo contenidos en los salones de clases, y todo en contravía de esta actitud natural del hombre que rechaza la mismidad y la cosificación humana.    



 
 
Filósofar siempre ha sido un  reto, pero hoy es aún más difícil porque está considerada una actividad muy "peligrosa" para el Statu Quo ; pues la sociedad contemporánea ofrece una multitud de modelos para imitar y espera que sean asimilados sin cuestionamientos. Esto obliga a las conciencias libres asumir un estilo particular de vivir la vida y ver las cosas. La reflexión como un develar constante de los problemas del mundo, del hombre y de Dios, viene a ser el filosofar mismo. Esta actitud crítica y develadora del hombre hace que la filosofía, como un saber inacabado, se depure constantemente. Así, pues, el proceso de construcción de la filosofía es permanente y en espiral. Se parte de los mismos problemas, pero siempre se llega un poco más lejos, en una actitud constructiva permanente. Por ello, enseñar filosofía no es llenar  la cabeza de los estudiantes de nombres, de fechas y de frases célebres. Es, en cambio, despertar el entusiasmo en ellos y hacer que se apasionen por algo. Sin embargo en la realidad no ocurre así, ya que se ha impuesto la tesis  que dice: VALE MÁS UNA CABEZA BIEN LLENA QUE UNA CABEZA BIEN HECHA.

Wilson Blanco Narváez, Pensamiento en remojo, Cartagena, Edit. El Sudor de la Lengua, 2009.